Saturday, May 16, 2009

¿Por qué saltó al abordaje Arturo Prat?

ARTURO PRAT, ¿héroe o suicida?: Esta pregunta fue la forma como abrió una de sus clases, Carlos Grez Pérez, mi maestro (he tenido muchos profesores, pero muy pocos maestros) de Historia, en el Instituto Nacional. De esa pregunta se suscitó un debate, que partió por los mismos chistes de hoy en día (que lo empujaron, que se tropezó, etc.), y muy rápidamente se transformó en toda una lección: más que reírse o repetir como papagayo lo que alguien dice o escribe, es necesario pensar la coherencia y las razones de determinado hecho. La respuesta, no la dio Carlos Grez Pérez, la dejó a nuestra decisión, a partir de la información que él nos aportó. Y hubo consenso. Vamos por partes.

¿Suicida?. Hay aspectos para pensar en esta alternativa. Por de pronto, saltar a la cubierta de un buque, forrado por todos lados de acero e hierro, armado solo con una pistola y un sable, acompañado únicamente por dos personas, los que estaban más cerca de él, al gritar (¿o gritarse?) “Al Abordaje”, no es una actitud muy inteligente, ni menos militarmente estratégica, de modo que, si descartamos la opción de que Prat era un tonto (su trayectoria, sus estudios y su defensa del teniente Uribe, incluso frente a su Jefe, J. W. Rebolledo, descartan esta opción), la alternativa de la muerte personal rápida, para evitarse el dolor de la derrota o la vergüenza de terminar prisionero) aparece como posible. Pero, si esto fue lo que sucedió, es discurtible la connotación heroica de esta actitud.

La muerte de Arturo Prat fue decisiva en el resultado final de la Guerra del Pacífico pero, que esto implique que su propia actitud haya sido heroica, conlleva una extrapolación, al menos controversial, válida en la época de la guerra pero que, en la perspectiva del tiempo, bien vale la pena revisar.

No pretendo (ni tengo los conocimientos adecuados para ello) hacer un perfil de quien puede asumir actos suicidas, pero, por ejemplo, las cartas que le escribió, en los días previos al 21 de Mayo, a su esposa Carmela Carvajal, preocupado incluso de que se le pagara al zapatero y al mandarle ropa para ser lavada, al mismo tiempo que pedía ropa limpia, son señales de alguien que no está, precisamente, pensando en matarse, sino que todo lo contrario. Si agregamos los diálogos que la historia ha relatado que sostuvo con el Teniente Uribe y con Carlos Condell, esta tesis creo que la podemos descartar y, por lo tanto validar que el punto nunca haya estado en los textos.

¿Héroe?. Claro que sí. Pero no sólo porque haya saltado y porque haya muerto al mando de un buque que se hundió sin rendirse, con la bandera al tope. Fue un héroe porque tenía una lógica militar su salto y porque sabía que, resultara o no su idea, igual él estaba muerto y, pese a ello, hizo lo que tenía que hacer. Saltó, aún amando como amaba a su esposa (lean sus cartas a ella, o bien los muy breves extractos que aparecen en el muy reciente libro “PRAT” de Patricio Jara, Editorial Bruguera, 2009), como Comandante de la Esmeralda, tenía que cumplir con su deber.

En esta Nota quiero compartir la perspectiva de mi profesor, que los invito a investigar y validar. En realidad, estoy convencido que esta página de la historia de Chile, debe reescribirse.

Primero, analicemos el tema de que Prat sabía que iba a morir. El mejor argumento que conocía era el de su Arenga. Si bien hay varias versiones y, de hecho Patricio Jara, en el libro mencionado, aporta otra, me quedo con la que, ocasionalmente publican los diarios, citando cartas que algunos marinos sobrevivientes escribieron a sus familiares, describiendo el combate. Lo habitual es que, en la parte que me interesa, se suele escribir que dijo: “… mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar y, si yo muero, mis oficiales sabrán … ”. Las cartas que he leído en ocasiones, dicen casi lo mismo, pero con una muy significativa diferencia. Dicen: “mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar y, cuando yo muera, mis oficiales sabrán …”. Una palabra que hace una inmensa diferencia. Prat sabía que moriría.


El libro de Jara, aporta un argumento adicional. En la página 133 relata:
Pero el guardiamarina Zegers no se movía del camarote, como si proteger su pescuezo fuera el modo de cumplir con el encargo que poco antes le hiciera el Capitán Prat cuando lo hizo llamar a la toldilla de mando para decirle que una vez que todo terminara y él, salvado por su buena estrella, llegara hasta Valparaíso, cumpliese con contarle a su esposa, a su Carmela, que en la inminencia del desastre, en la antesala del camino sin retorno, sus últimos recuerdos de hombre, sus últimos votos de esposo, habían sido para ella y sus hijos ” … “-Zegers, por favor tenga presente mi encargo: dígale a mi mujer que no he hecho más que pensar en ella y en nuestros hijos; dígale que se cuide, que se cuiden”.


Prat, desde el momento que adquirió la convicción de que debería enfrentar al Huáscar, sabía que su vida cesaba ese día. Para entenderlo, es necesario retroceder en el tiempo varios años atrás, y mirar, precisamente, la historia del buque en que sucumbiría.

El Monitor Huáscar. Fue un “buque de guerra blindado tipo torreón, había sido construido entre 1864 y 1865 en los astilleros de Laird Brother, Birkenhead, Inglaterra, por orden del gobierno peruano. La nave llegó a aguas del Pacífico en 1866” (Jorge Ortiz Sotelo, historiador peruano). Acá está el primer dato interesante: Llegó al pacífico en el año 1866, año en que estaba terminando la guerra que unió a Perú y Chile, frente a España.

Dado este conflicto, cuando el Huáscar viajó hacia el Perú, lo hizo por el Atlántico y, luego de pasar por el Estrecho de Magallanes, recaló en Punta Arenas, en Ancud y, de ahí a Valparaíso, dónde llegó en Junio de 1866 y, vaya sorpresa, por distintas razones socio políticas del Perú, ese buque estuvo en nuestro principal puerto, hasta el año 1868. DOS AÑOS en territorio chileno.

Es clave recordar que, en esa época, Chile y Perú eran países aliados, países amigos. Por lo mismo, desde su llegada, fue visitado por diversas delegaciones de marinos chilenos. En una de las primeras, estuvieron Prat, Condell y Simpson. (El profesor Carlos Grez Pérez, nos contaba que existían actas de esta visita).

Cuando nuestros marinos visitaron al Huáscar, al margen de las demostraciones de admiración y felicitaciones de cortesía, era inevitable que reflexionaran, como profesionales de la armada, acerca de cómo ganarle un combate a esa nave. Es parte del ejercicio intelectual de toda fuerza armada. En esa visita (si no hubo luego otras), y las conversaciones posteriores entre pares, seguramente quedó claro que, con la tecnología de esa época, en el evento de no contar con buques de similar poderío, la única forma de ganar era muriendo.

La Esmeralda, construida en madera, no podía ser un rival comparable al poderío del Huáscar.

La Santa Bárbara. Acá está la clave del asunto. En todo buque de guerra, hasta los actuales, el lugar en que guardan sus municiones y explosivos, es llamado “Santa Bárbara”. En la época en que operó el Huáscar (desconozco si las actuales mantienen esta condición), las municiones que transportaban, al pasar el tiempo, exudan (exudar: Dejar salir de un cuerpo o recipiente el líquido o gases que contiene, por transpiración o a través de sus rendijas) gases altamente inflamables y, por lo tanto, explosivos. Ante ello, por mucho que siempre esta zona se ubica en el lugar que se presume más protegido de todo el barco, tiene que existir una vía de escape de estos gases. Caso contrario, se acumularían y estallarían de manera espontánea.

Por cierto, el Huáscar no era la excepción. Necesariamente tenía que tener una chimenea que llegara a la superficie, por la cual permitir la liberación de estos gases.

Este era el foco de atención de Prat. Por eso sabía que moriría.

Si llegaba a la chimenea y disparaba su pistola, de modo que alguna de las chispas que se generara con las balas al chocar con las paredes de fierro de ese tubo, incendiaría los gases, provocando la inmediata explosión del barco o, por el contrario, si no llegaba a ese sitio (como ocurrió) igual su destino era el mismo, dado que sería acribillado por los marinos peruanos.

Si hacer esto no es un acto de extremo heroísmo, no logro visualizar qué calificaría para este adjetivo. Para mi, PRAT es uno de los más grandes héroes militares de nuestra historia, no por saltar, sino por la razón que tuvo al hacer esa decisión.

Dos reflexiones (hipótesis) finales:

1. Cuando saltó Prat, su intención fue hacerlo solo. Por eso que no organizó un abordaje masivo. Mirando el tema sin el componente emocional, fue un error, pero su espíritu solidario, el recuerdo de la hija que había perdido, la juventud extrema de parte importante de su tripulación (buena cantidad tenía solo 14 o 15 años), y quizás cuantos otros argumentos asociados a su extrema humanidad, lo retuvo para ordenar un salto sin retorno. El sargento Juan de Dios Aldea, que saltó junto con él, en realidad actuó por instinto cuando Prat se “auto gritó” saltar al abordaje.

2. Saltó con el sable en una mano y la pistola en la otra. No logro imaginar el uso del sable, como no sea que lo debe haber tenido todo el tiempo en la mano, para dar las instrucciones durante el combate. La pistola, por el contrario, era el arma importante para su objetivo. No alcanzó a usarla, pero logró un objetivo mayor: comenzar a inclinar definitivamente la balanza de la guerra a nuestro favor, balanza que tuvo otro impulso decisivo, poco rato después, de ese mismo día, en Punta Gruesa.

2 comments:

Carlos Anríquez said...

Muy bueno el análisis, amigo. Felicitaciones.

Carlos Anríquez said...

HUgo:lamentablemente, el hecho mheroico ha ocultado otro par de carácterísticas d e Prat.
La primera, es que se trataba de una persona con coraje no solo físico, sino también mmoral. Físico. En una terrible tormenta en Valparaiso, la Esmeralda cortó anclas mientras él y el capitan Simpson estaban en tierra. Prat arrendó (él) una lancha para que lo llevara al buque en medio del temporal, pero al botero "se le hizo" acercarse y dejó aPrat a unos 500 metros, que él salvó nadando, hasta llegar al buque, asumir el mando y sacarlo del riesgo inminente. Un rato después, llegó Simpson (comandante del buque) y edntre ambos oograron guiarb las maniobras necesarias para ponerlo a resguardo.
Moral, cuando defendió a su amigo, Luis Uribe en el Consejo de Guerra y se enfrentó al Almirante Goñi, un viejo canalla y mala clase, pero con poder y salvó a Uribe de una destitución deshonrosa, a costa del odio ded Goñi.
La otra faceta, es la inteligencia táctica de Prat, que se demlstró en las dos primeras horas del combate, en que ubicó a su buque en paralelo a la linea de la playa, evitando así ser alcanzado por los proyectiles del Huascar. Cuando deste disparaba, los tiros llegaban hasta la ciudad y entre otras cosas, destruyeron instalaciones militares. Pero la artillería de tierra le hizo salir de ese lugar, quedando inerme frenta al monitor y solo con la acciuón de los fusileros que cubrieron la cubierta peruana. El salto de Prat no fué una acción solo heroica, sino que era la única opción de triunfo que se podría usar: saltar al buque enemigo con un contingente suficiente para tomarlo y rendirlo. Quizás no contó con que Grau previó esaa posibilidad e hizo colocar en la proa la ametralladora Gattling, que combinada con el disparo de los dos cañones de 300 mm. transformaron el sector donde él estaba, con un grupo de marinos listos para seguirlo, en una carnicería. Entonces saltó él acompañado por el sargento Aldea y el marinero Arsenio canave, que perdió pié y cayó al mar. NO se puede saber qué pensaba Prat en ese momento, pero lo más probable es que se dirigiera a la torre de mando para apresar o matar a Grau, último cartucho que podía dispoarar para revertir la situación.
Solo una cosa más, Canave se salvó con heridas de ese combate, fué rescatado con la ocupación de Iquique y finalmente destinado al Huascar,donde murió en combate en Febero de 1880, junto con el comandante Thomson.amancay