Saturday, July 30, 2011

¿QUÉ HACE QUE APRENDAMOS?

En Chile el tema de la educación está en la primera página de las agendas noticiosas y, de hecho, con un riesgo cierto de ser el segundo país, en el mundo, en que se suspende un periodo escolar. En estas reflexiones quiero salir un poco de esta coyuntura y volver a un tema clave que, de alguna manera también abordé en mi columna anterior.

La educación es tal porque se necesita que todos aprendamos.

El desafío es aprender de muchas, ojalá la mayor cantidad de dimensiones de la vida. Sin aprendizaje no hay desarrollo. Si no tuviésemos esta capacidad, seguramente seguiríamos viviendo en cavernas y, obviamente, esta columna no existiría por que yo no sabría escribir y usted no sabría leer. Tan simple como rotundo.

Entonces, el gran tema es qué y cómo aprenden los niños (de hecho, el asunto es perfectamente extrapolable al mundo adulto y a los aprendizajes para el trabajo).

Sugiero que nos preguntemos cómo hemos aprendido los aspectos fundamentales de nuestra vida. ¿Cómo aprendimos a caminar? ¿Cómo aprendimos a leer? ¿Cómo aprendimos a escribir?, ¿cómo aprendimos a pensar?, ¿cómo hemos ido aprendiendo a aprender?, incluso, ¿cómo hemos ido aprendiendo a desaprender?.

La respuesta no es compleja. Lo logramos de tanto practicar, equivocarnos, caernos y pensar porqué nos caíamos, porqué nos equivocábamos y cómo revertíamos tales escenarios. Aprendimos a caminar porque queríamos ir más allá, más rápido. Aprendimos a leer porque queríamos leer nosotros los cuentos que nos leían los mayores, aprendimos a escribir porque veíamos que en la familia los grandes lo hacían y nosotros también queríamos hacerlo. Aprendimos a pensar porque no teníamos las respuestas a todas las preguntas ni las soluciones a todos los problemas. En conclusión, aprendemos porque necesitamos hacerlo; y queremos hacerlo porque le encontramos sentido, o utilidad, a dicho nuevo aprendizaje.

Este es el punto de fondo: el aprendizaje es el resultado de la necesidad y la práctica sostenida.

A ello se le suma el conocimiento del profesor, del amigo, del colega, del jefe, del mentor, de quien sabe algo que para la persona es importante y no lo sabe, a la par que, desde su subjetividad, le asigna al otro la validez de que sabe lo que quiere saber. Al asignarle (aún desde el inconsciente) el rol de maestro, la persona está en condiciones de comenzar a aprender. Cuando ello no sucede, simplemente no se aprende.

Sin esta ecuación de + , en un contexto válido, no hay aprendizaje de verdad. Entiendo por aprendizaje verdadero, aquel que, efectivamente, habilita para hacer nuevas cosas o construir nuevo conocimiento sobre la base de parámetros de observación distintos y/o complementarios a los que se poseían con anterioridad. Por lo mismo, no queda validada si solo se declara saber, sin que se manifieste el despliegue real de esa nueva capacidad.

Lamentablemente, la educación suele ir al revés. Primero la enseñanza y luego, mucho después, el alumno tal vez le encuentre la finalidad práctica a lo que “aprendió” … si es que aún recuerda algo de ello. Si no se sabe para qué sirve un conocimiento, este no se internaliza.

Es clave recordar que los seres humanos somos seres racionales (aunque vivimos rodeados de ejemplos que cuestionan este aserto), y por lo tanto, necesitamos encontrar las coherencias en lo que se hace. En educación, esta coherencia es el vínculo entre el y el . Cuando esto es claro, y resulta interesante y valioso al alumno, recién se está en condiciones de entrar a la dimensión del .

Desde esta perspectiva, el profesor, los padres, los hermanos y demás cercanos mayores, validados por el estudiante, son fundamentalmente facilitadores para ayudar al niño a lograr sus propias motivaciones y desafíos de aprendizaje. Años después, ocurre el mismo fenómeno en la formación para el trabajo y en la capacitación laboral. (Entre paréntesis, por esto no me gusta la expresión “relator” en los ambientes organizacionales. Prefiero las expresiones de “facilitador” o “mentor”).

Bajo esta premisa han ido migrando los sistemas clásicos de enseñanza (con el profesor como actor fundamental) hacia metodologías mucho más prácticas y reflexivas. Los estudios de casos, la construcción de relatos experienciales, las simulaciones, dramatizaciones, etc., son rutas mucho más efectivas, porque conllevan una fuerte necesidad de reflexionar y encontrarle sentido, lógica y utilidad a cada acción. Si duda de lo que acaba de leer, le sugiero investigar el Modelo Singapur de enseñanza de las matemáticas, y tal vez le sea más fácil coincidir conmigo. En todos estos casos, manteniendo el rol estratégicamente clave el profesor, el actor fundamental es cada niño, cada alumno, cada trabajador que se está capacitando.

Raya para la suma: Una reforma educacional que siga enfocada en la enseñanza, olvidando que el eje debe ser el aprendizaje, está condenada a fracasar en su fin último.

Hay mucho por hacer, pero como diría Peter Drucker, es fundamental hacer lo correcto, más que hacer correctamente cosas que no tiene sentido hacer.

No comments: