Saturday, October 15, 2005

Oasis o ilusiones?

Desde siempre, los oasis han tenido una cierta aureola de remanso mágico, que llega a solucionar los problemas más críticos. Quizás cuantas películas ambientadas en el Sahara, han mostrado a personsas sedientas, al borde del colapso que, en lontananza, descubren un oasis, que, más que un bello paisaje (en realidad, lo menos importante) es una nueva oportunidad de vida.

Pero también, quizás cuantas veces, ese oasis no es más que un espejismo que da nuevo optimismo, que se esfuma con la misma rapidez en que la ilusión se demuestra solo construida en los deseos del extraviado.

En el mundo laboral, con las personas que trabajan en las organizaciones, muchas veces pasa lo mismo.

Las gerencias centran sus esfuerzos en la productividad a toda costa, en la incorporación de tecnología física, en estrategias de ventas, y muchos otros etcéteras. Solo cuando todo comienza a tambalear y a reflejar su insuficiencia, se vuelve la mirada a reconquistar las motivaciones de los equipos de trabajo, a pensar en cómo reencantarlos y hacerlos partícipes de la misión institucional. Aparece en los discursos, la expresión "trabajo en equipo".

Estos son los oasis organizacionales. Son el espacio para construir sinergia, para relevar el potencial del capital humano, para dar los grandes saltos hacia adelante.

Pero como todo oasis desértico, muchas veces, en realidad no lo son, porque no han sido ni cultivados ni cuidados para que realmente sean lo que se necesita que sean, al menos cuando se les necesite. No trabajan en equipo. Con mucho, apenas participan de reuniones grupales, que más contribuyen a sumar pérdidas de tiempo (en cuanto definición de prioridades) que a ser parte de las soluciones que demanda la organización.

Acá la ilusión está dada porque las gerencias olvidan la condición humana de los trabajadores, que, antes que tales, son personas. No son robots, que operan como tales, en la medida que se presione el botón correcto. No. No es así, y ya Elton Mayo, por el año 1946, terminó de demostrarlo.

Para romper los espejismos y traducirlos en oasis de verdad, hay que preocuparse por los trabajadores siempre. No solo cuando ya no hay más alternativa. Si se les cuida, si se les mantiene informados, ese cuidado, ese flujo de información, como el manantial que alimenta y mantiene vivos a los oasis, permite que emerga la savia necesaria para que la organización se desarrolle y se proyecte, se redescubra, o simplemente, sobreviva.

¿Se imaginan si una organización se llena de este tipo de oasis?. Sería un desierto florido. Sería una organización de aprendizaje continuo, sería una organización de excelencia, no solo cuando todo fluya en tiempos de paz y prosperidad, sino que también, cuando son aún más necesarios, cuando las cosas se complican, cuando el hacer más de lo mismo, no tiene sentido y es, en rigor, colocar marcha atrás.

Si recordamos al año 1998, cuando nos llegó el primer gran impacto de la crisis tailandesa, y vemos quienes soportaron mejor ese huracán, nos encontraremos con muchos oasis verdaderos. El resto, como toda ilusión, hoy son solo recuerdos.

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